Partidos Políticos o Sectas Oligárquicas.
19.09.2015 14:40
* Iván A. Ricord B. Céd. 8-123-242
Desde principios de nuestra vida republicana la actividad política nacional giró en torno a los partidos heredados de Colombia. Tanto liberales como conservadores sentaron las bases de las primeras instituciones nacionales. Sin embargo, su influencia ideológica se borró rápidamente durante la primera mitad del siglo XX. Las banderas liberales se destiñeron provocando la proliferación de grupos sectarios. Las generaciones subsiguientes reciben influencia muy limitada de los antecesores. A mediados de la década de 1930 se comienza a notar los fraccionamientos partidistas aflorando como consecuencia o por el contrario, como causa, las ambiciones personales, el afán de enriquecimiento y las confabulaciones palaciegas para perpetuar en el poder a un grupo o a una clase “especial” de panameños. Los tradicionales liberales “doctrinarios” se fraccionan en tendencias adaptadas a circunstancias momentáneas o a liderazgos personalistas, borrando la esencia de sus postulados. (porristas, panchistas, dominguistas, jimenístas, alfaristas o chiarístas).
Un elemento adicional, propio de nuestras organizaciones partidarias lo constituye la escuálida militancia de sus miembros, la ausencia escuelas de formación de líderes y su poca representatividad en la discusión de los problemas nacionales. Con muy limitadas excepciones, la mayoría expresan los intereses de grupos particulares excluyendo los intereses de la sociedad panameña. Esto los convierte en organismos amorfos, dependientes, débiles, plutocráticos, carentes de liderazgo y sin hegemonía social.
Es obligatorio considerar la situación precaria de la cultura política panameña, la cual influye negativamente en el desarrollo de la institucionalidad democrática. No hemos encontrado un ambiente propicio para cultivar la cultura democrática que pueda superar la tradición autoritaria y caudillista de los sistemas políticos heredados. Además, la manipulación, el fraude y la violencia política producen una atmósfera de inseguridad y de falta de credibilidad. Al final, la cultura del “juega vivo” se impone y las elecciones se convierten en festines de compra y venta de conciencias en las que, cada proceso pasa a ser la oportunidad de hacerse de mayores bienes, prestigio social, y en definitiva, de solucionar los problemas de empleo para familiares y amigo políticos.
Se crean partidos con la misma facilidad que las sociedades anónimas, con plataformas tan parecidas que expresan la carencia de principios y de fundamentos ideológicos. Por ejemplo, para la década de 1960 surgió una organización políticas a la que la comunidad la identificaba con las siglas de su fundador: (DIPAL: Diputado Alemán). En general, la lucha política en Panamá ha dejado de ser, desde hace bastante tiempo, un conflicto ideológico-político para convertirse en la disputa para disfrutar los beneficios y privilegios que otorga el poder. El fenómeno clientelista es típico. El otorgamiento de fondos estatales a través de las instituciones públicas, son utilizados, descaradamente, para satisfacer pretensiones de los candidatos. Quien posee medios económicos, detenta un cargo público o recibe partidas gubernamentales, es quien mayores posibilidades tiene de lograr el triunfo. Ya, desde el poder, el partido crea clientela, basadas en obras de interés social y apoyo personal a los adherentes.
La crisis política de 1968, provocada fundamentalmente, por las disputas eleccionarias de mayo de ese año, entre los grupos oligárquicos, abonó el camino para el advenimiento del gobierno militar. Los partidos que subsisten al nuevo sistema, se ven sometidas a una fuerza superior, en contra de la que no poseen organicidad y como consecuencia, fácilmente se diluyen agotados por su incapacidad de adecuarse al tiempo cambiante. Luego de la vuelta a la vida civil y de la imposición de las doctrinas postinvasión, la mayoría de las organizaciones partidarias, con pocas excepciones, se camuflan, se aglutinan y se refundan para volver por sus fueros a manipular a las masas. Arnulfistas, torrijistas y demócratas cristianos, herederos de proyectos sustentados en tibios conceptos ideológicos, mantienen su vigencia. Otros, que son producto de ambiciones empresariales con aspiraciones politiqueras harán su impronta en el escenario nacional. Aglutinadores de tránsfugas; volverán por sus prácticas clientelistas, (tipo DIPAL) un tanto modificadas, pero que al fin, nos conducen al escarnio de las elecciones de mayo de 2014.
*El autor es Profesor de la Universidad de Panamá.